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Criptogauchos y productores conectados: explota el agro digital, pero todavía queda una barrera

La aceleración digital, disparada por la pandemia en 2020, ha llegado al sector del agro. No es, particularmente, una novedad. Según datos de la Encuesta de Necesidades del Productor Agropecuario Argentino (ENPA) realizada a mediados de 2021, del Centro de Agronegocios y Alimentos (CEAG) de la Universidad Austral, crece un nuevo modelo de negocios basado en datos.

De acuerdo al estudio, el 73 por ciento de los productores argentinos cuenta con maquinaria que toma y recopila datos. El 70 por ciento la usa para la toma de decisiones. Estos números representan un incremento del 20 por ciento respecto de los resultados de la edición anterior de la encuesta.

La mayoría de las personas encuestadas señaló que las nuevas tecnologías digitales modificarán la forma de hacer negocios en los próximos cinco años. En este sentido, cuatro de cinco productores están de acuerdo con esta afirmación, sobre todo los grandes productores (90 por ciento) y megaproductores (92 por ciento).

El uso de maquinaria y drones para recoger datos permite medir variables como rendimiento, pérdida de cosecha, humedad, superficie, densidad y otros datos. El uso de esta tecnología, junto a otras innovaciones, forma parte de lo que hoy se denomina agro digital.

«Consiste en aplicar las herramientas digitales en los procesos productivos que se desarrollan en el campo. Es hacer agricultura de precisión o ganadería de precisión, para tener un uso más eficiente de los recursos», señala Jorge Sáenz Rozas, vicepresidente de CREA, asociación civil sin fines de lucro que reúne a 2100 empresarios agropecuarios de la Argentina.

La agricultura de precisión permite, por ejemplo, de acuerdo con la clasificación de cada lote (evaluando a través de los datos su tipo de productividad: alta, media o baja), asignar determinados recursos (fertilizantes o semillas), según sea necesario.

Sáenz Rozas explica que en algunas zonas es más fácil tomar datos que en otras. No solo por variables medioambientales, como las condiciones del suelo, las precipitaciones y las sequías, sino por un limitante: la conectividad. «Hoy, muchas startups tienen que desarrollar módulos offline para cargar los datos de los lotes», explica. Luego, se suben a la nube.

Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), el 32 por ciento de la población de América latina y el Caribe (244 millones de personas) todavía no ha accedido a servicios de Internet. Y 77 millones de pobladores rurales en países de la región todavía no tienen conectividad con un nivel aceptable de calidad.

El uso de maquinaria y drones para recoger datos permite medir variables como rendimiento, pérdida de cosecha, humedad, superficie, densidad y otros datos.

Hoy, la región extrapampeana es la más compleja en materia de agro digital. ¿Por qué? Casi no hay conectividad. Saénz Rozas señala que desde CREA trabajan en la conformación de un consorcio para la instalación de antenas en alianza con jugadores del sector de telecomunicaciones.

Desde la región de Cuyo, Diego Maldonado, ingeniero agrónomo y socio de Lumager Energía, una de las tres compañías que proveen energía fotovoltaica en San Juan (hay cerca de 5 MW instalados en empresas privadas agroindustriales con incipiente crecimiento en residenciales), coincide en que la falta de conectividad es uno de los limitantes para el crecimiento del agro digital.

Maldonado se dedica a la reingeniería de riego y manejo del suelo (en frutales, olivos, vid y pistachos) y es miembro de CREA desde hace 20 años. Explica cómo trabajan hoy en materia de digitalización.

«Buscamos lugares con conectividad y trabajamos con controles remotos en los lugares en donde podemos tener conectividad a través de amplificadores de señal WiFi. Eso nos permite hacer manejo del riego a distancia. La zona donde estoy es primordial para el desarrollo del cultivo. Es una zona desértica. Lo hacemos a través de la conectividad, no se puede hacer en todos los campos, porque es el principal limitante», explica.

Respecto del uso de IA (inteligencia artificial) en la industria del agro, señala que hoy en la Argentina está en etapa de experimentación. «En la zona de Cuyo se usa muy poco. Porque está más desarrollada para la Pampa húmeda y cultivos anuales, no para cultivos perennes. Aplico tecnología y herramientas que están al alcance, como drones y digitalización de las fotografías», dice.

El uso de IA en el control de malezas para el ahorro de productos es una herramienta que en la actualidad se está imponiendo en productores de avanzada. Está basado en sensores que reconocen malezas. Al mismo tiempo «aprenden» a detectar, a través de machine learning, diferencias específicas en la misma especie.

«Hoy hay avances importantes aunque en su mayoría son poco usados por un gran número de productores, principalmente por su costo y algunas dificultades en su aplicación. Los avances son tremendos aunque muchos de ellos siguen en fase de investigación», finaliza Maldonado.

La gran apuesta

La economía digital representa el 15,5 por ciento del PBI mundial. En los últimos 15 años, este rubro de la economía creció a un ritmo de 2 veces y medio más que el resto de la actividad que compone el PBI. Es un eje clave en el desarrollo de la economía. Y, sin dudas, es la aliada perfecta para potenciar el crecimiento del agro.

«El desafío hoy es hacer empresas atractivas para nuestras familias y nuestra descendencia. Que logren captar la atención de las nuevas generaciones», señala Sáenz Rozas.

La unión de la industria del agro y la economía del conocimiento (principales fuerzas exportadoras del país) es el futuro de este crecimiento. Como consecuencia, desde 2020 nacieron innovadoras startups que potencian el agro digital. Tal es el caso de AgroToken. Es una compañía que utiliza tecnología blockchain para la tokenización de activos agrícolas. Combina el agro con el mundo cripto.

Cada token representa una tonelada de granos que el productor vendió y entregó. Todo está registrado mediante un protocolo llamado «Prueba de Reserva de Granos» (PoGR), auditable en todo momento (unas de las bondades de la blockchain es su transparencia, al ser una base de datos inalterable y disponible para quien quiera consultarla).

La aceleración digital, disparada por la pandemia en 2020, ha llegado al sector del agro.

Agrotoken tiene una infraestructura de seguridad multichain (es decir, usa diferentes cadenas de bloques), a través de blockchains como Ethereum, Polygon y Algorand. Así, ofrece la tokenización de activos del agro o agrocommodities. Posee tres stablecoins (criptomonedas estables) en trigo (WHEA), en soja (SOYA) y en maíz (CORA). Cada token está respaldado por una tonelada de granos entregada en un acopiador que lo certifica. En síntesis, Agrotoken convierte cultivos reales en un token y en una moneda estable respaldada uno a uno con granos.

A fin de 2021, la compañía logró obtener US$ 5 millones en una ronda de inversores, liderada por Xperiment VC y otras compañías como por ejemplo ByMA (Bolsa y Mercados Argentinos). Meses después, llegaría el «criptoinvierno» o bear market (mercado en baja) cripto.

«Este fue un año de aprendizaje. Fue un año difícil para blockchain y cripto pero lo que nosotros hacemos tiene todo el sentido para el productor», señala Eduardo Novillo Astrada, CEO y cofundador de Agrotoken.

La tokenización de los activos, más allá de la aplicación DeFi (finanzas descentralizadas, Agrotoken tiene además su propia tarjeta Visa para realizar pagos con sus stablecoins), es una herramienta que permite hacer visible información de los procesos productivos.

«Damos herramientas a los productores, al agro, para que hagan todo de una forma más eficiente, más líquida, con menos costo. No veo resistencias, veo aceptación, buena voluntad y apertura, pero es un sector muy tradicional al que le cuesta moverse rápido», señala Novillo Astrada.

Continúa: «Vemos que hay una gran movida del agro hacia lo digital, hacia la tecnificación, hacia la tecnología. Se está viendo, es un movimiento que viene hace varios años. Tenemos algo disruptivo y diferente, estamos en algo más nuevo. Nuestra expectativa es llegar el año que viene a 1 millón de toneladas tokenizadas».

Si bien es una época crítica para el mundo cripto, señala que es un momento positivo para Agrotoken. «No cabe duda que lo cripto está en el mundo, se instauró y no hay vuelta atrás de lo que se viene», finaliza.

Por su parte, Marcos Bradley, director de Marketing de Protección de Cultivos Syngenta Latinoamérica Sur, asegura que la digitalización es un requisito para la agricultura del futuro. Hoy, la compañía suiza es número 1 en la Argentina en protección de cultivos.

«Adaptarse al mundo que viene es la mejor inversión que se puede hacer. El espacio para innovar y mejorar en todos los puntos de la cadena -y que eso retribuya en retorno de inversión en todos los aspectos- para generar un impacto en nuestras actividades y el futuro de la agricultura es increíble», sostiene.

En 2021, Syngenta presentó Cropwise en Argentina. Es una plataforma colaborativa y abierta de IA que va nutriéndose constantemente a través del uso y la experiencia de los usuarios y les permite a los productores contar con herramientas de exploración y análisis de rendimiento, pronóstico de enfermedades, planificación de la cosecha y la desecación, la gestión de riesgos en el campo, pudiendo realizar un monitoreo de forma offline, sin la necesidad de tener acceso a Internet.

Actualmente brinda servicio a más de 700.000 hectáreas en el país y 70 millones de hectáreas alrededor del mundo. Con distintas funcionalidades, se destaca Cropwise Sustainability, que permite a productores y a empresas del sector obtener la trazabilidad de los procesos para entender puntos de mejora y lograr acciones más sustentables, minimizando el impacto en el ambiente.

Además, es la herramienta que utiliza el programa Paisajes Multifuncionales, que busca promover la biodiversidad en los lotes agrícolas. Quienes participan pueden registrar las especies nativas e insectos en Cropwise y medir el aumento de biodiversidad en cada región gracias al índice generado junto a investigadores del Conicet. 

Esta nota se publicó originalmente en el número 348 de revista Apertura.

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