A los 44 años, Victoria Coll Aráoz no se define solo como científica ni solo como emprendedora. Su historia es la de una mujer que pasó de los laboratorios del Conicet a liderar una empresa agrotech con base en dos hemisferios.
«Estaba muy enojada con el sistema, muy cansada de luchar contra la falta de financiamiento, de la falta de transparencia en las evaluaciones y de la falta de justicia laboral dentro de Conicet», explica en diálogo con Infotechnology. «Fui madurando la decisión y fundar la startup fue la excusa para dejarlo».
Salteña, Coll Aráoz estudió Botánica y luego hizo un doctorado en química analítica en la Universidad Nacional de Tucumán. Después vino un posdoctorado en ecotoxicología y, más tarde, la beca Fulbright que la llevó a Florida, a trabajar en el Agriculture Research Service.
Allí, en campos citrícolas, probó algo que cambiaría su rumbo: «Por primera vez vi que la tecnología funcionaba en campo y que podía evitar el contagio en nuevas plantas». Descubrió que era posible manipular el comportamiento de plagas mediante compuestos químicos que emiten las plantas.

Coll Aráoz junto a Jorge Hill y Alejandro Forlín, dos de los tres cofundadores de Semion.
El paso de la academia a la empresa
En 2023, la aceleradora GridEx le ofreció u$s 200.000 para crear una empresa y llevar esa tecnología al mercado. Fundó Semion junto al emprendedor ecuatoriano Emilio Molina, el ingeniero agrónomo Alejandro Forlín y el entomólogo Jorge Hill. El foco inicial fueron los cítricos, pero la crisis por la chicharrita del maíz en la campaña 2023-24 lo cambió todo.
«Durante ocho años trabajé con la chicharrita sin conseguir fondos suficientes. Cuando ví que la crisis era inminente, decidimos actuar», cuenta. Los primeros ensayos de campo en maíz arrojaron un aumento promedio del 30% en productividad bajo ataques severos.
Ese éxito los llevó a IndieBio en Nueva York. «Pasar por IndieBio nos dio redes, visibilidad y contactos. Y yo contacté a universidades como Florida, Texas A&M y Harvard«, detalla.
Además, Coll Aráoz aplicó a la beca Activate y ganó tras tres instancias de evaluación y una serie de entrevistas. Este grant está orientado a científicos y se originó en Cyclotron Road, Berkeley, para transformarlos en emprendedores.
El programa incluye dos años de formación en modelo de negocio, liderazgo, comunicación, además de conexiones con partners de la industria y de universidades de los Estados Unidos, mentoreo personalizado y financiamiento equity-free. «Gracias a ellos, ahora estoy presentándome a un grant grande con gente de Harvard», agrega.
Un mismo objetivo, seguir creciendo
Hoy, Semion combina su laboratorio en Tucumán -incubado en la Fundación Miguel Lillo- con operaciones en los EE.UU., aprovechando la contraestación para ensayar todo el año. Ha reunido u$s 900.000 en capital dilutivo y u$s 300.000 en capital no dilutivo, más de u$s 1,2 millones en total, y sostiene un equipo de 12 personas, seis a tiempo completo. Pero Coll Aráoz quiere más que un solo producto.
«No queremos ser un one hit wonder. Queremos que esta tecnología sirva para desarrollar muchas soluciones», asegura. Y tienen un plan: integrar datos biológicos con inteligencia artificial para crear una plataforma capaz de enfrentar distintos tipos de estrés en los cultivos.
Gracias a su trabajo en los dos hemisferios, Semion puede hacer ensayos de campo de manera continua durante todo el año, lo que acelera la validación de nuevos desarrollos. Esto no solo mejora los tiempos de investigación, sino que también permite responder con rapidez a emergencias fitosanitarias como la de la chicharrita del maíz. En paralelo, la compañía avanza en alianzas con grandes semilleras y universidades para escalar su tecnología y ampliar su impacto en el mercado.
Semion, entre la ciencia y el riesgo
El cambio no fue fácil. «Los emprendedores estamos acostumbrados a ir mucho más allá de nuestras capacidades físicas. A mí el trabajo me resulta muy gratificante, me gustan los desafíos y soy una risk taker», confiesa. La adrenalina, dice, es constante: «Es como estar en el borde de un acantilado sin saber qué hay del otro lado. Ese vértigo me encanta».
En su paso por el Conicet aprendió a hacer mucho con poco. «En la Argentina tenemos la capacidad de ser muy creativos para resolver problemas», sostiene. Con Semion, Coll Aráoz busca demostrar que la ciencia argentina puede crecer y escalar si se combina con financiamiento, redes y visión empresarial. Y lo hace, como dice ella, «jugando fuerte para que la tecnología llegue al campo y cambie las reglas del juego».