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ChatGPT con estilo Ghibli: el hechizo de la IA que incomoda a los humanos

La irrupción de imágenes generadas con inteligencia artificial (IA) que imitan el estilo de Estudio Ghibli no solo desató una ola de nostalgia en redes sociales. También encendió discusiones en torno al uso no autorizado de obras, la protección de los datos personales y el impacto que estas tecnologías tienen sobre el trabajo artístico humano. 

El fenómeno no es aislado: se inscribe en un contexto donde empresas como OpenAI consolidan su dominio con herramientas que emulan estilos sin pedir permiso.

Para Micaela Sánchez Malcolm, exsecretaria de Innovación Pública y presidenta de la ONG Generas, «el caso Ghibli es paradigmático porque desde hace casi tres décadas circulan imágenes y contenidos vinculados a sus películas, y hoy esas referencias están disponibles para generar imágenes nuevas sin intervención humana». 

Lo que parece un juego, advierte, se apoya en una lógica de extracción de datos masiva: «Esas imágenes no se generan de la nada: se apoyan en la apropiación, el acopio y el procesamiento de información que proveemos en línea».

El uso de la obra de Hayao Miyazaki sin su consentimiento es especialmente polémico. El propio director ha sido históricamente muy crítico con la IA aplicada al arte. (Imagen: archivo)

La legalidad del estilo y los bordes del fair use

Desde el punto de vista legal, la situación es ambigua. Según la especialista en derechos digitales Beatriz Busaniche, «el estilo de un artista no está protegido por copyright, solo las obras concretas». 

Por eso, generar imágenes al estilo Ghibli no sería una infracción en sí. El problema aparece en el entrenamiento de los modelos, donde sí se usan obras completas. «OpenAI scrapearía internet entera para alimentar sus sistemas, sin que haya límites claros sobre qué contenidos puede o no utilizar», señala.

El uso de la obra de Hayao Miyazaki sin su consentimiento es especialmente polémico. El propio director ha sido históricamente muy crítico con la IA aplicada al arte. Para la artista digital Isha Kim, «usar su estilo como ejemplo de las nuevas funciones de ChatGPT no es casual. Evoca una emoción colectiva que facilita la aceptación de estas tecnologías». Pero también genera tensión ética: «Al subir una foto a ChatGPT estás cediendo datos biométricos y, de algún modo, tomando una postura frente a este conflicto».

En esta línea, el especialista Martín Becerra subraya que «la cesión de datos a OpenAI es abusiva, porque recolectan información innecesaria que luego capitalizan». Y advierte que el caso Ghibli pone sobre la mesa no solo la discusión por el copyright, sino también la falta de protección de los derechos de usuarios y consumidores.

En Japón es legal entrenar IAs con cualquier contenido

Un aspecto clave del fenómeno es que en Japón -país de origen de Estudio Ghibli- la legislación sobre propiedad intelectual permite desde 2018 el uso libre de cualquier contenido disponible públicamente para entrenar inteligencia artificial. 

Según la Oficina de Derechos de Autor de Japón, esta excepción busca promover la innovación, pero ha sido aprovechada por gigantes tecnológicos para incorporar obras sin pagar ni consultar a los autores.

Para Juan Marenco, CEO de Be Influencers, esto genera una distorsión global: «Si Ghibli inicia una demanda, se va a volver a discutir la validez de usar imágenes sin autorización. Pero mientras tanto, las IA siguen entrenando con cualquier contenido». El resultado: más herramientas virales y menos claridad sobre los límites de uso.

Imagen hecha con ChatGPT de un usuario solicitándole una imagen al estilo de Estudio Ghibli. (Imagen: ChatGPT)

Desde la Universidad de Belgrano, el doctor Alejandro Mitaritonna propone un camino de equilibrio: «Es fundamental establecer límites éticos y legales para proteger la propiedad intelectual y valorar la actividad humana. La colaboración entre tecnólogos y artistas puede enriquecer las obras, no suplantarlas».

La IA como termómetro social y desafío creativo

Más allá de los debates técnicos y jurídicos, la viralización de estas imágenes funciona como un espejo. Para muchos, como el creativo Marcelo Martínez, director de Contenidos creativos de la agencia Bermuda, «el bruto que entrega la IA es muy bueno, pero no resuelve todo. El detalle sigue llevando horas». En el mundo publicitario, empresas como Bucle IA ya integran estas tecnologías en sus campañas, pero sin dejar de reconocer que «la creatividad sigue siendo humana», como apunta su fundador Pablo Taricco.

Martín Rabaglia, CEO de la agencia creativa Genosha, propone mirar el fenómeno con perspectiva: «La IA es una herramienta fascinante que debe potenciar la creatividad humana, no alimentar la lógica de producir más contenido vacío para las redes». 

Según él, el valor no está en la novedad tecnológica sino en «el corazón, la estrategia y las ideas que se ejecutan con sentido». Aunque reconoce que los procesos creativos están cambiando en todas las industrias, insiste en que «la creatividad es el negocio del presente y del futuro», y que usar IA con propósito puede llevar mucho más lejos a quienes produzcan con profundidad.

Detrás del filtro nostálgico hay algo más profundo: la disputa por el sentido de lo humano en tiempos de algoritmos. Como lo expresa Kim, «estos trends son maquinarias de trance colectivo que desdibujan el análisis crítico. Participar en ellos, sin saberlo, también es una declaración política».

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